Había prometido escribir sobre la farra mediada por tecnología, pero hasta ahora me puedo dar un tiempo para hacerlo.
Fue el día de la tarde libre en Leipzig, al cerrarse el recorrido de compras. De la boca del tren que nos regresaría al apacible Zschortau, nos desprendimos un grupo de latinos conformado por: dos peruanos (Roberto y Enrique), un venezolano (Alberto) y un ecuatoriano (José Luis). Quienes decidimos explorar las calles de la ciudad fría y noche tranquila, en busca de una taberna, cantina o cervecería donde pudiésemos degustar la autentica cerveza alemana; esa que fabrican en la misma cocina del restaurant y que se dice, es la mejor del mundo.
Caminamos por la calles de Leipzig, en busca de la zona rosa del lugar. Preguntando, dimos con la calle de la universidad y encontramos academias de todo tipo, la más peculiar es la que muestra la figura de la derecha denominada "Kabarett Academikei", al mirar el letrero la pregunta -
Y que enseñaran allí? - tuvo respuesta venezolana; y vaya que respuesta. Espero se la imaginen, yo no puedo decirla por que este blog es muy muy serio.
Bueno, lo dejamos atrás; por que no quisimos ese conocimiento, y debíamos concentrarnos en nuestro objetivo, encontrar una buena cerveza alemana. Luego de caminar algunas cuadras, dimos con algo interesante; la entrada al "Café Barbakane", un hermoso bar ubicado en las antiguas catacumbas de un castillo de la realeza sajona alemana de hace mucho tiempo.
Lo habíamos logrado, fue nuestro primer contacto con la anhelada cerveza, disponible en dos colores y sabores (rubia y morena).
Esta rubia es muy buena, mi humilde paladar buscaba referencias para efectos de comparación pero fue en vano.
Esta morena estuvo mejor, se dice de ella que fue un error de fabricación del conocido ingles Guiness, que olvido que el fuego quema y produjo una cerveza con propiedades nutritivas de muy buen sabor.
La dos rondas fueron suficientes para despertar el espíritu aventurero de la pandilla latina, que al sentirse a valentonada por culpa de la rubia y la morena, decidieron salir en busca de un segundo y tercer "antro" de cerveza. Tomando en cuenta que ninguno del grupo hablaba áleman y que son pocos los alemanes de esa zona, que hablen ingles, la tarea se ponía cuesta arriba; pero es increíble la utilidez que puede tener un GPS en manos de un grupo de latinos sedientos de cerveza alemana. Imaginen, el venezolano había estado armado con aquel nuevo instrumento para farras; así que manos a la obra, la tecnología nos abría la posibilidad de ubicar otro lugar en Leipzig.
Luego de algunas pulsaciones del teclado y un pequeñisimo tiempo de espera, wualaaaa, el aparato trazó el mapa y la ruta óptima hacia el siguiente lugar que nos conocería. En ese momento la tecnología se había situado en lo más alto de nuestras odas y todos por un momento llegamos a quererla...
Pero dicen que la alegría del pobre, dura poco; y en efecto, luego de algunas vueltas en circulo, de pasar y repasar algunas calles y debido al frío cortante y rompe huesos; fue evidente que estábamos perdidos, que aquella cosa tecnológica nos engaño. El bendito GPS había cerrado la conexión con el satélite y activado una simulación que cada vez hacia pensar que habíamos llegado. Como siempre sucede con quien rompe nuestra confianza, en ese momento la tecnología había perdido su valor y ahora estaba en lo más alto de nuestro rico a servo literario de palabras sucias, esas que solemos usar cuando no estamos conformes.
En fin la farra mediada por tecnología fue una experiencia divertida, multinacional, multicultural y mediada por tecnología. Sólo pudo pasarme en Europa en el lado este de Alemania.
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